No lo pudieron derrotar, ahora lo quieren matar

Por: John Harold Suárez Vargas

Senador de la República.

El hallazgo de un fusil calibre 7-62 tipo FAL con marcas de las Fuerzas Armadas de Venezuela y 14 vainillas en inmediaciones del aeropuerto de la ciudad de Cúcuta, presuntamente utilizadas para derribar el helicóptero presidencial el pasado viernes,  permiten inferir la existencia de un libreto coordinado y promovido por las fuerzas oscuras y tenebrosas, nacionales e internacionales activistas del Foro de Sao Paulo, cuyo objetivo, utilizando todas las formas de lucha, es imponer un modelo de Estado fracasado en lo político, económico y social, que destruye la democracia, tal como ha sucedido en los pocos lugares del mundo que lo han implementado.

El atentado contra el presidente Iván Duque es de extrema gravedad, pues es un ataque frontal contra la figura presidencial y la institucionalidad que representa. Por eso rechazamos la ridiculización e insinuación de un “auto atentando” por parte de los consortes y pregoneros de “una Colombia más humana”.

¿Creen ustedes que este atentado es la forma para solucionar los problemas que aquejan a nuestro país?

Hoy ya no están en las calles los jóvenes que reclaman mejores condiciones sociales; las ciudades han sido tomadas por células del terrorismo urbano marcando fronteras invisibles de bandas delincuenciales financiadas por alianzas macabras de la legalidad y la ilegalidad y lo que es más grave, con la permisividad de algunos alcaldes curiosamente pertenecientes a movimientos alternativos elegidos gracias a discursos y promesas seductoras, pero que en su mandato solo han llevado miseria, falta de autoridad y anarquía a sus regiones.

No es causalidad el adoctrinamiento sistemático en la educación oficial por parte de algunos miembros de FECODE. Tampoco lo es elegir a Cali y al Valle del Cauca como blanco principal del caos por su importancia económica y geoestratégica. El vandalismo contra los sistemas de transporte masivo, cuyos usuarios en su gran mayoría son estudiantes, trabajadores y ciudadanos de los sectores populares, la promoción a la lucha de clases, los llamados a la desobediencia civil, las campañas mediáticas en contra de las FFAA, incluyendo ataques a instalaciones militares y CAIS, los intentos de invasiones masivas, el ataque a la propiedad privada, el terrorismo en redes sociales, no son acciones espontáneas; todas ellas hacen parte de una estrategia construida para destruir nuestra democracia y romper el orden institucional.

Es momento de reflexión y moderar el lenguaje del odio. Entre todos tenemos que construir soluciones reales, alejadas de promesas mesiánicas, que permitan un mayor bienestar para los ciudadanos. El paro ha traído muerte, dolor, más pobreza, desigualdad, retraso en la educación, pérdida de empleos e incertidumbre económica para los inversionistas grandes y pequeños quienes son los generadores del empleo que tanto se reclama.

Protejamos nuestra democracia y el Estado de Derecho a pesar de sus imperfecciones. Construyamos en medio de las diferencias, pero siempre teniendo presente que por cada derecho que exigimos tenemos un deber que cumplir. Solo, así como nación saldremos adelante.

Colombia es la joya de la corona y debemos protegerla.

Nota: Qué grave legado deja el acuerdo con las FARC: delinquir paga.