Por: Marcial Blandón
Aún sin conocer el balance oficial del comité ejecutivo que organizó la versión número 65 de la Feria de Tuluá, podemos decir en calidad de espectadores, es que la fiesta retornó a los hogares después de dos años de receso en virtud de la pandemia generada por el Covid-19. Cientos de turistas llegados desde diferentes rincones del país y del extranjero y los propios habitantes de la ciudad desfilaron sobre la carrera 30 para ingresar al coliseo de ferias “Manuel Victoria Rojas”, para disfrutar de los diversos espectáculos.
El evento ferial sirvió para reactivar la economía local; los eventos de preferia, contribuyeron a dinamizar el comercio informal al igual que la ubicación de casetas a lo largo de la carrera 30. Todo ello permitió que muchas familias “despegaran aguja”, generando ingresos económicos a sus hogares; al interior del coliseo se vio una economía pujante, donde hubo clientes para todos los gustos.
La parrilla artística fue lo mejor. Tanto en la zona de espectáculos como en el pueblito tulueño regresaron los grandes artistas que se destacaron en cada género musical. Lleno total en las cuatro noches en las que se presentaron los artistas. La presencia de la ministra de Vivienda Susana Correa Borrero y el ministro de Agricultura Rodolfo Enrique Zea, le colocaron la impronta al evento más importante que se organiza en la ciudad.
Un desaire, como una afrenta, como el peor de los irrespetos, fueron algunos de los calificativos que expresaron los campesinos tulueños a los organizadores de la versión número 65 de la feria de Tuluá, por el trato dado con la celebración de su día la que había sido reconocida, celebrada y exaltada por las anteriores administraciones. El primer desacierto fue el cambio de día, que tradicionalmente se organiza el domingo, día de descanso del campesinado.
Programaron los organizadores de la feria el día del campesino para el viernes, impregnada de una soberana ignorancia al desconocer que el día viernes es una jornada laboral para todo el campesinado colombiano, y que no celebrarlo el día domingo como tradicionalmente se hacía, impedía que la mayoría de nuestros abnegados campesinos pudiesen disfrutar de su día después de labrar la tierra durante los otros 364 días para traer a la mesa los alimentos a los mismos miembros de la junta de Ferias, que sin duda alguna, deben vivir en Marte. Una muestra de desprecio por nuestros campesinos.
La muerte de un ejemplar en plena cabalgata y la atención de varios ejemplares que resultaron lesionados durante el recorrido, pone sobre la mesa el debate de suspender esta clase de eventos donde el maltrato animal a juicio de los defensores de animales no tiene control por parte de la autoridad. Los defensores del evento indican que la cabalgata dinamiza la economía generando empleos temporales no solo el día de la cabalgata sino que con anterioridad al programa existen personas como veterinarios, herreros y cuidadores de ejemplares en caballerizas que subsisten de este oficio.
La discusión debe darse. El hemiciclo del Concejo municipal es el escenario adecuado para adelantar el debate; los voceros de la comunidad tulueña deben profundizar sobre el tema, generando una mesa con la participación de todos, defensores de animales, comerciantes, caballistas, entidades como la Personería municipal y el Gobierno local. No puede pasar de agache un tema tan delicado, que martiriza a los ejemplares que participan de la cabalgata, pero que al mismo tiempo le genera rendimientos económicos a muchas familias que toda la vida han subsistido de esta clase de eventos.
La oficina de prensa del certamen ferial no acreditó al medio virtual de comunicaciones “Tuluá, Política, Comercio e Información”, empresa registrada ante la Cámara de Comercio, conducida por el líder social Jonathan Chávez. Dicen que los ejecutivos de prensa le pasaron factura, cobrándole el haber sido promotor de la revocatoria del mandato del alcalde John Jairo Gómez Aguirre, iniciativa a la que desistió este líder social. La no acreditación de su canal de comunicaciones no fue óbice para que él transmitiera en vivo desde el interior del Coliseo de Ferias los eventos más importantes de la edición número 65.
Las casetas ubicadas sobre la carrera 30, más parecían el surgimiento de un tugurio, que puestos de feria. En su gran mayoría daban apariencia de cambuches. Al interior del Coliseo “Manuel Victoria Rojas”, fueron ubicadas muchas similares. Deberá la junta organizadora de la versión 66, propender para que esta clase de casetas conserven una estética parecida al de un verdadero stand de feria. Horrorosa imagen se llevaron los visitantes de la versión número 65.
Los intempestivos aguaceros desnudaron algunas falencias al interior del Coliseo. La gran mayoría de los pabellones se anegaron generando afectación en algunas mercancías. Y como si eso fuera poco, los artesanos denunciaron tratos discriminatorio y grosero por parte de funcionarios de la Alcaldía y ejecutivos de la Feria de Tuluá. Según ellos pagaron por unos ‘stands’, pero recibieron espacios que no respondían a lo que ofrecieron. Mucho de ellos tuvieron que invertir en maderas e instalaciones eléctricas. En una larga comunicación dirigida al Alcalde de Tuluá, califican esos espacios como “gallineros”.