Cuarenta días antes de la Pascua, la iglesia realiza un ritual que siendo muy católico, no es excluyente; es un ritual al cual puede acercarse cualquier persona. Si es alguien muy pecador, alguien con pensamiento malévolo, si incluso ha, asesinado, robado, adulterado; si es alguien que no cree, no importa. Si las personas están vinculadas a otros credos, bienvenidas; todo el mundo puede acercarse, dejarse untar la frente con un poco de ceniza y dar inicio a su personal y particular forma de meditar, ayunar y orar.
En la antigüedad, los pecadores públicos, aquellos de quienes todos sabían el mal que hacían, para poder entrar al templo sagrado, se echaban ceniza en sus cabezas y se vestían con estopas, hacían penitencia y se arrepentían. Se les daba lugar en el atrio, hoy por gracia, cualquiera puede entrar a un templo.
Todo ser en lo personal y en lo particular, hace un retiro, se escruta así mismo y se evalúa. Esta es una oportunidad para hacerlo. También las instituciones, las empresas privadas, las oficiales y públicas, las del estado; aquellas otras que trabajan bajo cuerda e ilegal, también están llamadas a reflexionar sobre sus proyectos, si estos tienen conveniencia o por el contrario, habrá que abortarlos. El fracking por ejemplo, destruye el medio ambiente de una zona inmensa, Colombia. Entiéndase por Colombia, todo.
La ceniza en la frente de alguien, no es signo de cristiano, de católico; al contrario, es el signo de alguien que reconoce un error cualquiera en su vida. Que nadie vaya por la calle ufanándose de ser muy católico o muy santo porque lleva ceniza untada en la frente; no lo es. Al contrario, es para no creyentes y paganos. A mí me da miedo decir que soy cristiano. Con semejante vara que alcanzó y dejó su fundador, ni modo de declarar que lo soy. Apenas puedo mencionar que soy un iniciado; además con las dudas que me producen algunos presbíteros y pastores, ni modo, pero voy y me la hago colocar, para que el mundo que me observe, diga allá va, allá viene uno que yerra.