Tomando café #9 A una mujer

Soy el menor en cuanto a faenas hechas a las letras, soy como el que quiere ser torero y para lograrlo, primero debe hacerle tientas a vaquillas y novillos.

Esta vez me he atrevido alternar con dos reconocidos escritores, Daniel Potes Vargas y Alejandro López.  Ambos de la ciudad de Tuluá.

Son muchos los estudios que hizo luego de graduarse como psicóloga, sin embargo no se le anota nada sobre filosofía, aunque no es necesario que se le apunte puesto que con tantos títulos, debió haber leído. Guardadas las distancias, creo que tiene influencia de la primera mujer reconocida como filósofo, hablo de Hiparquía La Cínica (Kynikos – perros)

Ignoro que la tenga como a su maestra y ejemplo,  pero Gina Calderón Osorio piensa y actúa en algunas cosas, parecido. Hiparquía dejó sus lujos, se le vio con harapos y descalza.

No creo que Gina tenga una vida de perro, pero su pensamiento frente al tema de la sexualidad, la acerca.

 Existe un poema o verso escrito por Antípatro de Sidón titulado, A las mujeres; dice así:

Yo, Hiparquía, no seguí las costumbres de mujeres de amplios vestidos,

sino la vigorosa vida de los perros.

No me gustó el manto sujeto con la fíbula, ni el pie calzado de gruesas suelas

y mi cinta se olvidó del perfume.

Voy descalza, con un bastón, un vestido me cubre los miembros

y tengo la dura tierra en vez de un lecho.

Soy dueña de mi vida para saber tanto y más que las ménades para cazar.👇

 «Tendré un nombre más grande que el de Atalanta la de Menalión por cuanto la sabiduría es mejor que correr por las montañas». Otra traducción al último verso.

Gina Calderón Osorio ha sido mal comprendida y mal entendida porque comparte con nosotros su manejo personal de su sexualidad. Al hacerse público su pensamiento, gracias a sus libros, es que hago la analogía con “La Cínica”

 Mi reflexión es: –Si somos seres sexuados y además tenemos la sensibilidad a flor de piel, que más da, cómo diablos negarnos el hecho de sentir, si se nos fue dado-

Daniel Potes Vargas comenta el libro de Gina Calderón Osorio. 👇

El libro de Gina Calderón, un canto de libertad y autoafirmación.

Por Daniel Potes V.

Con el sugestivo título de Mi orgasmo, mis reglas, editado por Ojo de Lince, la psicóloga y sexóloga Gina Calderón, formula sugerencias cuya contundencia y carga libertaria son de una persistencia y claridad que inauguran en nuestro medio una pedagogía que combate el obsoleto monolitismo que seudoculturalmente hace soslayar a hombres y mujeres la vigorosa idea de que somos seres cuya función sexual es fundamental hasta el último momento. En su larga carrera de terapias y docencia ha corroborado con pesar la abrumadora desinformación e ignorancia que en torno al vital tema del placer existe. En especial las mujeres, de muchas razas y edades han introyectado una seudocultura de impureza y culpa con relación a su anatomía genital, enfatizando la visión reproductiva del sexo que algunos sectores proponen como núcleo del acto sexual.

Gina enciende juegos pirotécnicos, que se vuelven galaxia cuando habla de la autoafirmación placentera de la mujer.  Conocer, exaltar y mimar la vulva, la vagina y el clítoris, defendiendo el derecho natural al orgasmo que tiene todo ser humano y que sea especialmente la mujer la que defina la forma de su éxtasis, de un orgasmo que es tan variado como seres humanos haya en el mundo. Libro libre de ataduras vetustas que hacían depender la felicidad y el orgasmo femenino de la mayor o menor brutalidad o sapiencia de sus parejas masculinas. No es un tratado teórico e impersonal de temas que pueden encontrarse en un manual de sexología. No es un repaso de opiniones de sexólogos sino un fresco y polifónico canto de la importancia de autoafirmarse en el conocimiento del cuerpo y ser capaz de dictar los códigos del placer, para que este no provenga necesariamente del otro u otra.

Es un libro para mujeres que debieran leer los hombres porque, como en una sinfónica, hace brotar el sonido y el brillo de cada órgano del placer, desde la vulva hasta la glándula de Skene o el ya mítico punto G o el squirt. Bienvenida Gina al reino lúdico de la dulce y sabia exaltación de los sentidos que liberan a la hembra humana de tanta obsolescencia sexual disparatada.

Sobre el tema sexológico se ha escrito mucho, se escriben guiones de televisión, enciclopedias y tratados pero el libro de Gina es un espacio de convergencia donde invita a la mujer a ser reina de su placer con sus linderos autoconocidos y estimulados y no sea servil con cavernicoladas ideológicas e inconsistencias del conocimiento. Los órganos que llevan a los múltiples orgasmos que cada mujer logra con su sello individual, conociendo y amando los dulces dones que le dio la naturaleza, se vuelven templo y trípode donde la sacerdotisa de cada acto sexual oficia sus éxtasis, con o sin pareja y sobre todo sin que su máximo placer dependa sólo del exterior, del otro.  Canto de libertad el de Gina para romper cadenas y candados de ignorancia y oscuridad. Erotizar la mente y liberase de prejuicios es el quid del enfático mensaje liberador de Gina para hombres y mujeres.

Usar todos los recursos para que el cerebro, el órgano sexual por excelencia, haga de las féminas reinas de su imperio de placer sin que forzosamente haya parejas o verdugos. Hacerlas princesas de su principado del orgasmo y las delicias. La sexualidad placentera cada vez más compleja es un trabajo constante, no una fórmula de hechicería. Es regresar la mujer al contacto y fructificación de todos sussentidos.

El escritor y novelista tulueño, catedrático de la Universidad del Valle, señor Alejandro López, comenta el trabajo de Daniel Potes Vargas.

Querido Daniel: Muchas gracias por tus dos textos. Excelentes ambos. El que habla sobre el libro de Gina Calderón y su reivindicación esencial del placer femenino (tan tergiversado y agredido desde todas las religiones). Bella esa reivindicación de una mujer dueña y señora de su placer y de su cuerpo. Por otra parte, lúcida la comparación entre Joyce y Fernando González, querido Daniel. Y el punto desde el cual la elaboras resulta provocador e inquietante en el oficio narrativo: la necesidad de derruir el principado tiránico de ese «yo» que se apodera del relato y lo convierte en homilía. Lúcida reflexión, Daniel. Muchas gracias por compartirla. Va un fuerte abrazo.

-Espero haber colocado bien las banderillas a semejante ejemplar temático.