Tomando Café

Es tan corta la vida y tan largo el olvido.

Este escrito es de Héctor Iván, un librero amigo, dueño de Libertienda, un lugar de encuentro cultural y social en Cali.

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Para quienes vivimos rodeados de libros, bien sea un lector asiduo, un escritor compulsivo o un librero de viejos, como lo soy yo, resulta inevitable al  visitar una ciudad  no entrar a sus librerías, máxime si estamos en la fría y conmocionada Bogotá. Más de ocho millones de almas deambulan entre la sabana y sus montañas, millones de historias que se sumergen perdidas en el inagotable rio del tiempo. 

Nos detuvimos  Y.B y  yo frente a  Merlín ubicado en el centro histórico de la Capital, a pocas cuadras del capitolio, de la plaza mayor, de la casa del mítico  florero,  en medio de viviendas en otrora señoriales.  Desde la puerta  de Merlín, algo estrecha, un corredor tapizado de libros nos dan la bienvenida, de inmediato, a un metro de la entrada observo entre las  pilas de libros varios álbumes de fotos, son 5  álbumes en total, pregunte su costo y el encargado quedo de consultarlo.

 Y. B era la primera vez, después de mucha visitas a Bogotá que entraba a la mágica librería, tres pisos, un sótano, libros, cuadros, esculturas, objetos de la ciudad del siglo XIX y del XX, sillas, mesas, radios, lámparas, máquinas de escribir, carretes, proyectores y más libros, libros desde el piso hasta el techo, sobre las mesas y nocheros, encima de las poltronas, en los anaqueles de cedro, en la gradas, solo falta que levitaran  a través de la luz vespertina que se filtra por las ventanas. Un pequeño sueño borgiano se respira entre cuartos y corredores, es  la maqueta de una torre de babel en construcción, un laberinto de palabras prensadas, de historias atrapadas  esperando quien las libere.

El álbum de viejas  fotografías,  que por algún  freudiano  motivo llamo mi atención, lo tenía presente; antes de salir, con las mañas de un comprador avezado pregunte con desdén y un desinterés mal actuado delataron  mi resiente obsesión, a pesar de esto  el forceje por el precio no fue mucho, el álbum significaba poco para los aprendices del mago, como poco significo para quienes se desprendieron de él.

Al interior de un café por la Carrera séptima, inicie la lectura de imágenes, página a página la historia se iba contando, las fotos tenían el sello de Inravisión, de RTI, de Todelar y  de foto Vargas; los rostro los reconocí de inmediato, eran actores que vi en televisión durante gran parte de mi vida, en las  fotos de los años 60s,  70s y 80s la mayoría en blanco y negro logre identificar en una de ellas a Franklin Linero de joven, en otra  a Delfina Guido a Mario Sastre, las imágenes me remontaban a mi infancia, en  la adolescencia crecí viéndolos a través de la TV, eran como  viejos amigos que no me conocían. En la mayoría de imágenes prevalecía la de un actor cuyo nombre no descifraba. Luego de vuelta a Cali,  le mostré las fotos a las mayoras de mi familia, quienes  identificaron de inmediato al personaje en cuestión, se trataba de Mario García.

Indague en google sobre la vida de Mario García, supe que era oriundo de Manizales e  incursionó como cantante en la Bogotá de los años 60 emulando a Enrico Carusso y a Agustín Magaldi, la suerte estaba cerca  y la halló en Todelar interpretando la voz de Gastor el enemigo de Kalimán. En ese entonces las radionovelas eran de consumo masivo, los televisores, un lujo que pocas familias se podían dar. De la Radio novela, supe en mi breve investigación, pasó  a la televisión iniciando los años 70s e hizo parte de la época de oro de la televisión colombiana hasta  mediados de los 90s donde el relevo generacional, por razones lógicas, se impuso y fue desplazando a los actores y actrices al anonimato y al olvido.

Las noticias y las crónicas sobre la vida de Mario García tienen mucho en común con los grandes actores que incursionaron en la televisión teniendo las radionovelas como su escuela.  Lo que me llama la atención es el haber encontrado sus álbumes de fotos  personales en una librería de viejos, que por fortuna fue rescatado por el mago de los libros  o hubiera terminado en la trituradora de papel, Mario había fallecido solo cuatro meses atrás el 16 de enero del año 22.

Su álbum de recuerdos, lo que seguramente lo ligaban con los años de fama y esplendor, fueron lanzados al olvido. Pensaba, luego  de saber sobre las fotos  y su vida, que a la muerte la enfrenta cada uno de manera inexorable, pero del olvido se encargan otros. Ahora los álbumes  de quien diera vida a la voz del villano Gastor estarán en Libertienda,  una  librería de libros viejos, dispuesta a contar, desde las fotos de Mario García, una parte de la historia de la televisión en Colombia.

Héctor Iván Granada Silva

Mayo 8 del 22