Por: Marcial Blandón
Nunca antes, Tuluá había atravesado una situación tan crítica en materia de orden público. Grandes nubarrones de escepticismo se ciernen sobre la ciudad: autoridades civiles y de policía maniatadas ante el accionar de los criminales, pánico, miedo, terror y asombro cobijan a la comunidad. La percepción de seguridad es la peor que han tenido los tulueños en las últimas décadas.
El miedo lo sienten todos los ciudadanos, desde el humilde trabajador que a diario se levanta a buscar el pan diario para el sostenimiento de su familia, el emprendedor que monta su unidad productiva, el comerciante que genera empleo con su dinámica comercial, el empresario que dinamiza la actividad económica para generar tributos al municipio, hasta la ama de casa que queda en zozobra cuando los miembros de la familia salen de sus hogares porque no sabe si retornarán o en qué condiciones lo harán.
La ciudad está aterrorizada. Seguir desconociendo lo que está sucediendo es hacerle un flaco favor a los generadores de las acciones criminales. Llegó la hora en que el Gobierno nacional y el Departamental se apersonen de la grave situación que atraviesa la ciudad y los Consejos de Seguridad tienen que trazar estrategias que verdaderamente contrarresten la criminalidad en todas sus modalidades.
El pánico cunde en la Villa de Céspedes donde sus habitantes se aprestan a cumplir con una nueva jornada de la democracia este próximo 29 de octubre, especialmente cuando varios de sus actores han sido amenazados por una estructura criminal que opera en la ciudad y son ya varios los comunicadores, periodistas y medios de comunicación que han recibido amenazas sí se atrevan a mencionar a esos actores estigmatizados.
Tenemos miedo, sí; los periodistas, aquellos que cubren el acontecer político no tenemos la libertad de cubrir a cabalidad toda la información que emanen los precandidatos que aspiran a cargos de elección popular. No tener la libertad de cubrir a varios de ellos es atentar contra la libertad de prensa, contra la libre expresión, es silenciar el ejercicio de la profesión.
Todos los ciudadanos somos dueños de nuestro propio miedo, con ese temor defendemos el patrimonio más grande con el que contamos que es la familia, y nos garantiza la única protección, que es auxilio que nos da Dios. Somos ciudadanos de a pie, cuyo único ejercicio es poder entregar información, veraz, imparcial, objetiva, incluyente, la que se ha visto coartada en los últimos días.
Los homicidios perpetrados contra los funcionarios del Departamento Administrativo de Movilidad y Seguridad Vial, generan un manto de incertidumbre. Los organismos de inteligencia están obligados, a la mayor brevedad de tiempo, luego de hacer una exhaustiva investigación a entregar información sobre autores materiales, intelectuales y los móviles de tan horrendos crímenes.
La Villa de Céspedes fue sacudida, y de qué manera por una racha criminal que deja sumida en el más profundo dolor a familias que han tenido que llevar hasta los campos santos a sus seres queridos, viudas despegadas de sus compañeros de vida, padres que sufren la ausencia de sus hijos y estos que jamás entenderán como esta maldita violencia los despoja de sus seres más amados.
Cambio total a la policía. Más inteligencia y reacción inmediata de la fuerza pública